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Texto editorial
El problema que elegimos para este boletín es la cosificación de las mujeres adolescentes y jóvenes en Lima actualmente. Esta consiste en una visión estereotipada de quienes pertenecen al género femenino, la cual incide en su aspecto corporal y su rol social como objeto reproductivo. Para entender la dimensión de este problema, es pertinente definir la cosificación sexual interpersonal de la mujer, que consiste en la reducción de la mujer a su cuerpo, o partes de este, bajo la concepción equívoca de que la representa en su totalidad.
Los factores socioculturales que contribuyen al problema son los estereotipos, identidades y expectativas sobre lo que supone pertenecer a un género u otro. Sus raíces se encuentran en una tradición androcéntrica que determina roles de género que benefician a los varones. A pesar de que la construcción de la identidad de género cuenta con la intervención de elementos socioculturales y biológicos, se tiende a creer que estos son inherentes al aspecto biológico, lo que ha originado una falta de comprensión de la realidad mixta. En consecuencia, se ha desarrollado una cosificación femenina dentro de distintos contextos, como los medios de comunicación, las interacciones interpersonales, el lugar de trabajo, los ámbitos educativos, el espacio familiar o doméstico y las calles.
La imagen femenina que los medios de comunicación difunden no representa a la mujer como persona, sino que “se recrea la mujer como objeto, imagen de consumo sexual (imágenes erotizadas o hasta pornográficas que además de ir destinadas al varón son la enseñanza para todas las mujeres de la estética que les conducirá al éxito).” (García Oyarzun, 2014). La valorización que se hace de la mujer en base a su juventud y belleza se usa como herramienta para consolidar sus roles sociales. De acuerdo con Ainhoa García, desde la tecnología se crean cuerpos femeninos acordes con la estética de consumo sexual del varón. Asimismo, se relaciona con un “culto al cuerpo” en el que la mujer es presionada para construirlo de una determinada manera orientada al consumo del género opuesto.
La educación es otro factor principal cuando hablamos de la cosificación hacia la mujer, ya que ahí se transmiten mensajes que determinan los procesos de construcción social de mujeres y varones. En el Perú no existen cursos que abarquen temas como la educación sexual e igualdad de género, en comparación con otros países en donde sí los hay, por lo que existe una carencia de recursos educativos e informativos al respecto. Con esto se relaciona la enseñanza dispar entre mujeres y varones en las instituciones educativas y el ámbito familiar, así como la asignación de distintas funciones según el género que son valoradas de manera asimétrica, lo cual acarrea desigualdades sociales con respecto a los varones. Esto se ejemplifica claramente en la división sexual del trabajo, en la que se reparten las labores en dos esferas: la de tareas extra-domésticas, predominantemente masculina; y la de trabajo doméstico, principalmente femenina.
Trabajar sobre este tema nos hizo ser conscientes del gran problema de la cosificación y cómo nos afecta en nuestro día a día. También hemos llevado el tema a nuestros círculos familiares y sociales donde nos encontramos con que muchos se daban cuenta de la existencia de la situación, pero no podían darle un nombre. Por otro lado, con la aplicación de nuestra encuesta pudimos notar que incluso los varones de nuestro entorno muestran interés por mejorar este aspecto de la sociedad. Pero lo que más apreciamos de esta experiencia es poder haber comprendido el aspecto teórico y académico de una realidad que nos incomoda y necesita cambiar. El primer paso para solucionar un problema es entenderlo y gracias a este boletín nosotras ya lo hemos dado.
Felizmente, existen entidades que luchan constantemente contra la violencia y la cosificación de la mujer, lo cual es un aspecto positivo de esta problemática. Un gran ejemplo de esto es la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, conocida también como la Convención Belém do Pará. A raíz de esta, a finales del año 2015, el gobierno aprobó la Ley N°30364 para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y violencia doméstica. Asimismo, las autoridades peruanas, en su intento de frenar la violencia de género en el país, convocaron al ‘pleno mujer’, una sesión extraordinaria para debatir solo proyectos de ley referidos a la violencia de género y a la protección de los niños y adolescentes, en el cual los congresistas aprobaron cinco propuestas legislativas. Por otro lado, el pasado fin de semana se realizó en Lima el XI Congreso Nacional de Jueces donde se adoptaron medidas contra la violencia hacia a la mujer e integrantes del grupo familiar.
Sin embargo, a pesar de que existen leyes de protección a la mujer, estas aún no se aplican. Un claro ejemplo de esto es que, según un estudio llevado a cabo por el Instituto de Opinión Pública de la Pontificia Universidad Católica del Perú, un 88.4% de mujeres entre los 8 a 29 años sufrió algún tipo de acoso en Lima Metropolitana. Por situaciones como esta, podemos concluir que erradicar esta problemática es una labor que se debe llevar a cabo a nivel gubernamental e institucional dentro de la sociedad, pero también dentro de las esferas más íntimas de nuestra vida diaria.